La sangre de Baco by Luis Manuel López Román

La sangre de Baco by Luis Manuel López Román

autor:Luis Manuel López Román [López Román, Luis Manuel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2021-01-19T16:00:00+00:00


XIII

Una emboscada y un sueño

Marco estaba de tan mal humor que lo último que deseaba era regresar a su casa. Verse de nuevo encerrado entre aquellas cuatro paredes, con la ira que sentía en su interior… Solo de pensarlo le daban ganas de estampar el puño contra la pared más próxima. Todavía había cuerpos, fríos, cubiertos de sangre y barro, en las calles de Roma, y aquellos miserables senadores ya habían comenzado a sacar partido de ellos. Gabinio daría su discurso y el pueblo lo coronaría como su nuevo campeón. Marco podía suponer de qué se hablaba en el foro en aquel momento. El precio del trigo. Los piratas. Mitrídates del Ponto. Y Pompeyo. Pompeyo, siempre Pompeyo y sus ansias infinitas de poder.

Tantos romanos muertos en las calles, piezas de un juego entre unos cuantos ricos que querían serlo más aún… Con aquel pensamiento atormentando su cabeza, Marco deambuló por las calles en busca de una taberna en la que ahogar su furia y su pena en vino y conversación. Las puertas seguían cerradas. Con toda Roma escuchando el discurso del tribuno de la plebe, los taberneros habían preferido mantener sus establecimientos a salvo para unirse ellos mismos a las masas que se dirigían al foro.

—Alguna tiene que estar abierta, por Mercurio —dijo Marco, dando una palmada en la quinta puerta que se encontraba cerrada—. Esto es peor que la condena de Tántalo…

Mientras Marco deambulaba por Roma, la noche fue cayendo sobre la ciudad. Otra noche de verano, sin rastro alguno de brisa que refrescara el ambiente. Marco fue alejándose hacia las afueras, allí donde las filas prietas de insulae daban paso a casas más bajas y espacios salvajes con arbustos y pequeños huertos. Su desesperación era tal que estaba dispuesto a recorrer Roma de extremo a extremo hasta encontrar un tabernero dispuesto a servirle una jarra de vino.

Estaba a punto de dar media vuelta ante la constatación de que ninguna taberna podía haber en un lugar tan alejado del centro, cuando algo llamó su atención. El crepúsculo teñía las paredes y los suelos de un tono dorado y pardo, creando brillos y extraños efectos ópticos. Marco creyó ver, entre las derruidas columnas de un edificio caído y abandonado tiempo atrás, la figura de un encapuchado que corría a ocultarse en el interior de las ruinas.

No lo pensó dos veces. Con el jaleo de los últimos días, los enfrentamientos en las calles y el encierro obligado, Marco casi se había olvidado del asunto de los misteriosos encapuchados que secuestraban niños en la Subura. Todo aquello había impedido que investigara la pista que Aulo, el panadero, le había dado días atrás. Los hombres llevando extraños bultos en sacos por la corriente del Tíber. Todo había pasado a un segundo plano. Aquellos pliegues de una larga túnica, aquel rostro encapuchado le devolvió a la realidad.

Echó a correr detrás de la extraña sombra y, de un salto, se plantó en medio de un patio rodeado de columnas derruidas y restos de lo que antaño fuera una casa noble.



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